lunes, 5 de julio de 2010

Vivir

Me contaron que un hombre errante llegó a una pequeña aldea, y lo primero de ella que se topó fue su cementerio.

Paseó lentamente entre las tumbas, en esa soledad y ese silencio extraños que solo existe en esos lugares. Leía cada una de las lápidas, donde solo figuraba el nombre y el tiempo vivido por el difunto. Así, rezaba por ejemplo:

FULANO DE TAL Y TAL
VIVIÓ TRES SEMANAS Y DOS DÍAS

MENGANO DE CUAL Y CUAL
VIVIÓ UN MES, DOS SEMANAS Y CUATRO DIAS

Todas así. Solo dos o tres indicaban que alguien vivió más de un año.
Pensó que se había topado con un cementerio de niños. Se propuso enterarse de las circunstancias de tan triste situación. Tantos niños muertos... en una aldea que parecía muy pequeña... Debió de ser una epidemia o un mal extraño que atacaba a los infantes...

Una vez que entró por las lindes de la aldea, se cruzó con un anciano, y, no pudiendo reprimir el motivo de su inquietud, lo abordó.

-Salud, buen hombre- dijo.
-He visitado su cementerio y aún me queda la tristeza y el desasosiego de conocer tanta muerte de niños de su aldea. ¿Podéis explicarme, si no os sume en el dolor, tanta muerte prematura, tantas vidas segadas de espigas
menudas?-

-No es como pensáis, forastero. En esta aldea sabemos que la vida, en la mayor parte de sus días y de sus noches, rueda ciegamente, ocupados en nuestras tareas rutinarias. Vivimos como dormidos en plena vigilia, con los ojos abiertos pero sin ver, con el corazón palpitando pero sin amar, con el aire entrando y saliendo de nuestros pechos, pero sin que quede nada de su frescura, de su aroma ni de su vida. Somos así casi como muertos vivientes la mayor parte de nuestros días.

Una vez, un anciano sabio, de vida errante y despojada de inquietudes vanas, paso por nuestra aldea, donde encontró fácil acogida entre nosotros, porque sus ojos, su corazón y su despejada frente nos descubrió que aquél hombre tenía alguna sabiduría que nos podía ser de provecho en nuestras vida. Así
que durante los días que gozamos de su compañía no faltó pan ni agua fresca en su mesa, ni en las noches un cálido y mullido rincón donde reposar sus santos huesos.

Nos enseñó que la vida de los hombres es, en su mayor parte, estéril, viviendo más como bestia que como hombre creado para más grandes y altos espacios.
Nos preguntaba una y otra vez, día tras día cosas como estas:

-Que tal la jornada, Juan. ¿Has amado hoy? ¿Has contemplado el cielo y las nubes? ¿Acaso te has estremecido junto al dolor de algún hermano? ¿Has mitigado alguna pena? ¿Has entrado en el corazón de algún niño? ¿Has amado tu pena tanto como para trasmutarla en risas y con ellas alegrar a tus hermanos? ¿Has añadido una nueva capa de nácar a la perla de tu dolor? ¿Has tenido en tu mente la amada que la lucirá, una ver formada, en su hermoso cuello?

-Pues si es así -nos decía- anota esta fecha gloriosa en tu pequeño
cuaderno. Hoy has vivido.

-¿Cuaderno?

-Sí. Quería que cada uno de nosotros conservara en un lugar sagrado de nuestra casa un pequeño cuaderno donde escribiéramos las fechas de los días en que, con dicha o con dolor, nos habíamos sentido vivos como hombres, y habíamos entrado en la corriente de la vida y así lo habíamos sabido sin lugar a dudas.

-Y... los niños... ¿acaso no son niños?

-No, amigo querido. Mi vida, como puedes ver, está en su ocaso, y en mi lápida estará escrito los días de mi vida. Acaso cuando vuelvas por este camino entrarás otra vez en nuestro cementerio. Búscame. Me encontrarás fácilmente.

lunes, 31 de mayo de 2010

La Sabiduría del Silencio Interno

Habla simplemente cuando sea necesario. Piensa lo que vas a decir antes de abrir la boca. Sé breve y preciso ya que cada vez que dejas salir una palabra por la boca, dejas salir al mismo tiempo una parte de tu chi. De esta manera aprenderás a desarrollar el arte de hablar sin perder energía. Nunca hagas promesas que no puedas cumplir. No te quejes y no utilices en tu vocabulario palabras que proyecten imágenes negativas porque se producirá alrededor de ti todo lo que has fabricado con tus palabras cargadas de chi.

Si no tienes nada bueno, verdadero y útil, es mejor quedarse callado y no decir nada. Aprende a ser como un espejo, escucha y refleja la energía. El universo mismo es el mejor ejemplo de un espejo que la naturaleza nos ha dado porque el universo acepta sin condiciones nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras palabras, nuestras acciones y nos envía el reflejo de nuestra propia energía bajo la forma de las diferentes circunstancias que se presentan en nuestra vida.

Si te identificas con el éxito, tendrás éxito. Si te identificas con el fracaso, tendrás fracasos. Así podemos observar que las circunstancias que vivimos son simplemente manifestaciones externas del contenido de nuestra habladuría interna. Aprende a ser como el universo, escuchando y reflejando la energía sin emociones densas y sin prejuicios, siendo como un espejo sin emociones aprendemos a hablar de otra manera. Con el mental tranquilo y en silencio, sin darle oportunidad de imponerse con sus opiniones personales y evitando que tenga reacciones emocionales excesivas, simplemente permite que una comunicación sincera y fluida exista. No te des mucha importancia, sé humilde pues cuanto más te muestras superior, inteligente y prepotente, más te vuelves prisionero de tu propia imagen y vives en un mundo de tensión e ilusiones.

Sé discreto, preserva tu vida íntima, de esta manera te liberas de la opinión de los otros y llevarás una vida tranquila volviéndote invisible, misterioso, indefinible e insondable como el Tao. No compitas con los demás, vuélvete como la tierra que nos nutre que nos da de lo que necesitamos. Ayuda a los otros a percibir sus cualidades, sus virtudes y a brillar. El espíritu competitivo hace que crezca el ego y crea conflictos inevitablemente. Ten confianza en ti mismo, preserva tu paz interna evitando entrar en la provocación y en las trampas de los otros.

No te comprometas fácilmente. Si actúas de manera precipitada sin tomar consciencia profundamente de la situación te vas a crear complicaciones. La gente no tiene confianza en aquellos que dicen sí muy fácilmente porque saben que ese famoso sí no es sólido y le falta valor. Toma un momento de silencio interno para considerar todo lo que se presenta y toma tu decisión después. Así desarrollarás la confianza en ti mismo y la sabiduría. Si realmente hay algo que no sabes o que no tienes la respuesta a la pregunta que te han hecho, acéptalo. El hecho de no saber es muy incómodo para el ego porque le gusta saber todo, siempre tener razón y siempre dar su opinión muy personal. En realidad el ego no sabe nada, simplemente hace ver que sabe.

Evita el hecho de juzgar y de criticar, el Tao es imparcial y sin juicios, no critica a la gente, tiene una compasión infinita y no conoce la dualidad. Cada vez que juzgas a alguien lo único que haces es expresar tu opinión muy personal, y es una pérdida de energía, es puro ruido. Juzgar es una manera de esconder sus propias debilidades. El sabio tolera todo y no dirá ni una palabra.

Recuerda que todo lo que te molesta de los otros es una proyección de todo lo que todavía no has resulto de ti mismo. Deja que cada quien resuelva sus propios problemas y concentra tu energía en tu propia vida. Ocúpate de ti mismo, no te defiendas. Cuando tratas de defenderte en realidad estás dándole demasiada importancia a las palabras de los otros y le das más fuerza a su agresión. Si aceptas el no defenderte estás mostrando que las opiniones de los demás no te afectan, que son simplemente opiniones y que no necesitas convencer a los otros para ser feliz. Tu silencio interno te vuelve impasible.

Haz regularmente un ayuno de la palabra para volver a educar al ego que tiene la mala costumbre de hablar todo el tiempo. Practica el arte de no hablar. Toma un día a la semana para abstenerte de hablar. O por lo menos algunas horas en el día según lo permita tu organización personal. Este es un ejercicio excelente para conocer y aprender el universo del Tao ilimitado en lugar de tratar de explicar con las palabras qué es el Tao. Progresivamente desarrollarás el arte de hablar sin hablar y tu verdadera naturaleza interna reemplazará tu personalidad artificial, dejando aparecer la luz de tu corazón y el poder de la sabiduría del silencio. Gracias a esta fuerza atraerás hacia ti todo lo que necesitas para realizarte y liberarte completamente. Pero hay que tener cuidado de que el ego no se inmiscuya. El poder permanece cuando el ego se queda tranquilo y en silencio. Si tu ego se impone y abusa de este poder, el mismo poder se convertirá en un veneno, y todo tu ser se envenenará rápidamente.

Quédate en silencio, cultiva tu propio poder interno. Respeta la vida de los demás y de todo lo que existe en el mundo. No trates de forzar, manipular y controlar a los otros.

Conviértete en tu propio maestro y deja a los demás ser lo que son, o lo que tienen la capacidad de ser. Dicho en otras palabras, vive siguiendo la vida sagrada del Tao.



Que reine el Amor y la Ecuanimidad en sus corazones.

¿Por qué la gente grita cuando están enojados?

Un día un maestro preguntó a sus discípulos:
¿Por qué la gente se grita cuando están enojados?

Los discípulos pensaron unos momentos:

- Porque perdemos la calma, dijeron.

Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?, preguntó el maestro.
¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?
Los discípulos dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al maestro.

Finalmente él explicó:

- Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho.
Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse.
Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia.

Luego el maestro preguntó:

- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran?
Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, ¿por qué?
Porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña.

El maestro continuó:

- Cuando se enamoran aún más, ¿qué sucede? No hablan, sólo susurran y se vuelven aún más cerca en su amor.
Finalmente, no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es cuando están cerca dos personas que se aman.

Luego el maestro dijo:

- Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen,
no digan palabras que los distancien más, porque llegará un día en que la distancia sea tan grande,
que no encontrarán de nuevo el camino de regreso.


^^


Con Mucho Cariño

Nina